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KAIRÓS, REVISTA DE
FACULTAD DE
CIENCIAS ECONÓMICAS, JURÍDICAS Y ADMINISTRATIVAS
CIENCIAS POLÍTICAS Y ADMINISTRATIVAS
democracia, congelaron también las posibilidades de un
análisis plural. Esto llevó a afirmar a algunos sectores de
la literatura académica, que el término «democracia»,
había perdido su significado (Hanson, 1989). El fin
de este conflicto y los procesos de democratización
latinoamericanos de los últimos años del siglo XX,
aportaron interesantes innovaciones institucionales que
revitalizaron la discusión. De ahí que la democracia
continúe siendo un término «esencialmente disputado»,
sobre todo porque sus contenidos reflejan posiciones
teóricas y metodológicas diversas, así como disímiles
concepciones de la vida pública y proyectos de acción
política (Monsiváis, 2015).
ubicándolos en un registro analítico, que podemos
identificar como «mixto». De esta forma, conceptos
asociados al dialecto participativo tales como «sociedad
civil», «movimientos sociales» y «ciudadanos», se han
vuelto compatibles con «gobernanza», «transparencia»,
«controles democráticos», «eficiencia» y «rendición de
cuentas», más propios, tradicionalmente, del lenguaje
representativo. Por supuesto esto no ha estado exento
de críticas y sospechas, llegando a ser acusado este
sincretismo de «conflictividad perversa» (Dagnino,
2004) o «passepartout semánticos» (Cornwall y Coelho,
2007). Sin embargo, coincidiendo con Gurza e Isunza
(2011), consideramos que estas transformaciones han
traído una ráfaga de aire fresco a la teoría democrática, al
debate intelectual y a la formulación y disputa pública de
demandas distributivas de los actores sociales.
La falta de acuerdos sobre el significado de la democracia
probablemente sea un problema que no tenga solución.
La crítica interna actual ha situado en el centro de la
discusión la necesidad de abordar el carácter ambiguo
de los estándares y los principios fundacionales de la
democracia e interpretarla como un concepto histórico,
espacial y contextual; en lugar de como un concepto
universal (Olsen, 2017). En este proceso, es interesante
observar como la participación y la representación, dos
términos que tradicionalmente se encontraban alineados
a coordenadas opuestas, se han resignificado de modo
recíproco y otros conceptos que antes eran aparentemente
insustanciales para la crítica, como el de rendición de
cuentas, comenzaron a ganar centralidad (Gurza e Isunza,
En este marco, la incorporación de la idea de «rendición
de cuentas», tanto en el debate sobre la pluralización
de la representación, como en el campo de los estudios
sobre participación, constituye un virtuoso intento en
la promoción de nuevas estrategias conceptuales. Así, la
rendición de cuentas se ha convertido, nuevamente, en
una preocupación democrática fundamental (O´Donell,
2007; Peruzzotti y Smulovitz, 2001; Bovens, 2007,
2010; Peters, 2007; Olsen, 2017; Gurza e Isunza, 2010).
Los arreglos de rendición de cuentas existentes fueron
revisitados, cuestionados y se han propuesto otros
nuevos. De aquí ha resultado un desafío interesante
para la teoría de la rendición de cuentas, consistente en,
explorar cómo las democracias enfrentan las tensiones
entre concepciones múltiples, controvertidas y dinámicas
de los estándares de control democrático.
2011, 2015).
Tradicionalmente la representación se encontraba
relacionada con modelos electorales o minimalistas de la
democracia, mientras que la participación, esencialmente
criticó a los modelos representativos, realizaba propuestas
democráticas más ambiciosas. Al finalizar la Guerra Fría
comenzaron a desaparecer las condiciones históricas
que provocaron esta polarización conceptual. En primer
lugar, ocurre una disociación entre los conceptos de
De esta manera se ha llegado a un acuerdo, bastante
generalizado, sobre la necesidad de instituciones bien
desarrolladas que garanticen el control democrático
y que, por el contrario, la falta de relaciones y
procesos efectivos de rendición de cuentas, socava la
democracia (Olsen, 2017). Menos acuerdo hay sobre
cómo se logra una rendición de cuentas efectiva y qué
arreglos institucionales, pueden y deben usarse para
responsabilizar a los titulares de los cargos; es decir, en
qué medida y de qué manera, la rendición de cuentas
depende de los entornos institucionales en los que se
rinde cuentas y que procesos tienen lugar.
gobierno representativo
y representación política,
incitada por procesos de pluralización democrática de
la representación; haciéndola sensible, por lo tanto, a
exigencias de legitimidad. En segundo lugar, el fin de la
mencionada circunstancia histórica, también modificó
el lugar de la participación en la crítica democrática.
Expresión de ello, son las experiencias de innovación
que han sido la fuerza motriz para la revisión de los
postulados fundamentales de las teorías participativas
(
Gurza e Isunza, 2011).
Una actitud crítica está en el centro de la voluntad
democrática y, los procesos de rendición de cuentas,
proporcionan nuevas formas para interpretar, debatir
y cambiar visiones del mundo, criterios normativos,
La pérdida de polaridad entre ambos conceptos
ha provocado una articulación de sus lenguajes,
Revista Kairós, Vol. (1) No. 1, pp. 40-53, Julio-Diciembre 2018, Universidad Nacional de Chimborazo, Riobamba-Ecuador - ISSN No. 2631-2743
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