KAIRÓS, REVISTA DE
CIENCIAS ECONÓMICAS, JURÍDICAS Y ADMINISTRATIVAS
KAIRÓS, REVISTA DE
CIENCIAS ECONÓMICAS, JURÍDICAS Y ADMINISTRATIVAS
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FACULTAD DE
CIENCIAS POLÍTICAS Y ADMINISTRATIVAS
Revista Kairós, Vol. (3) No. 4, pp. 43 - 51, Enero - Junio 2020, Universidad Nacional de Chimborazo, Riobamba-Ecuador - ISSN No. 2631-2743
http://kairos.unach.edu.ec
Revista Kairós, Vol. (3) No. 4, pp. 43-51, Enero - Junio 2020, Universidad Nacional de Chimborazo, Riobamba-Ecuador - ISSN No. 2631-2743
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FACULTAD DE
CIENCIAS POLÍTICAS Y ADMINISTRATIVAS
Introducción
Millaleo y Velasco (2013), se preguntan de qué manera y
en qué medida la Internet determina los cambios en las
formas de acción colectiva. La respuesta de los autores no
es alentadora. Según ellos, para el caso chileno, predomina
el “activismo-ventana” (Millaleo y Velasco, 2013, p. 91),
esto signica que Internet es un elemento amplicador
que busca visibilizar y difundir lo que se ha trabajado
previamente en las relaciones reales” (Millaleo Velasco,
2013, p. 91-92). Internet no es un espacio para negociar la
identidad de un movimiento y solo cumple una función
amplicadora de los postulados de un movimiento social
organizado (en adelante MSO) real o-line.
Aunque hay un consenso en los autores sobre el rol de
las redes digitales como simple amplicador (González-
Bustamante, 2014; Alenda, 2013), otros reconocen el
carácter innovador y de reconguración social de las
tecnologías de la comunicación y la información (TICs).
Marcelo Kunrath (2014) identica en ellas la potencialidad
para movilizar a personas, sobre todo, aquellas que no han
sido parte de redes asociativas previamente organizadas
(Kunrath, 2014, p. 17). Un tema abierto a la investigación
pero que da luces sobre cierta solidaridad espontánea
durante la acción colectiva.
Mc Adam, Tarrow y Tilly (2005) proponen ciertas bases
para el estudio analítico de la acción colectiva. Para ellos,
está contiene tres elementos principales: (1) los actores,
(2) las identidades; y, (3) las acciones (Mc Adam, Tarrow,
y Tilly, 2005, p. 146-151). Estas últimas son las rutinas que
se pueden innovar, al contrario que la identidad, porque
los MSO son más cuidadosos al formarla. Según Millaleo
y Velasco, a esta última la crean y la negocian en el mundo
de la vida real o-line. Internet no es espacio para este
tipo de discusión o trabajo formativo de la identidad del
movimiento social.
Georey Pleyers (2018), plantea la tesis contraria, para él
la subjetividad e identidad política surge de la articulación
entre el mundo de internet y el de las plázas públicas
(Pleyers, 2018). La pregunta para este autor está en cómo se
vinculan las redes sociales y los espacios militantes de los
MSO. Él llega a esta conclusión con base en los hallazgos
de Manuel Castells (2012) sobre las movilizaciones en
Medio Oriente y España, donde el sentimiento colectivo
de indignación se pudo conectar en el espacio virtual
público y, de ahí, pasó a las plazas públicas físicas.
Hasta 2010 en el caso chileno, la red social digitalizada fue
usada por medio de lo que MIllaleo y Velasco denominan
“activismo-ventana” (2013, p. 26), esta es una táctica
innovadora para el repertorio en el siglo XXI. Ese tipo
digital de activismo social se considera de baja intensidad
en el MSO porque aún no es el más importante, ni el
más utilizado en las movilizaciones; sin embargo, “la
innovación a pequeña escala modica los repertorios
continuamente, sobre todo cuando uno y otro conjunto
de participantes descubre que hay una nueva táctica, un
nuevo mensaje o una nueva presentación (que) ofrece
recompensas que sus predecesores no ofrecían” (Mc
Adam, Tarrow, y Tilly, 2005, p. 153). Millaleo y Velasco
critican el activismo digital por su baja importancia
en la creación de identidad para los actores sociales,
pero su análisis también muestra que en Internet existe
innovación a pequeña escala, que ofrece recompensas
antes no imaginadas, como la amplicación de las
demandas, de ideas y de la propia identidad a una escala
que ningún predecesor pudo ofrecer. Si bien los autores
parten de la tradición de Tilly entendiendo los repertorios
como herramientas que se repiten de manera recurrente
y de manera predecible (2013, p. 11), hacen énfasis en lo
que ellos denominan táctica como su herramienta central
para el ejercicio analítico.
Sobre el caso chileno también existe un análisis de
Bacallao (2016), en él se describe la relación conictiva
entre las federaciones de estudiantes las universidades,
que se agrupan en el movimiento estudiantil, versus
las aspiraciones electorales de los líderes de las
manifestaciones de 2011 en Chile. El autor identica
una diferencia sustantiva, mientras en Medio Oriente
y España las redes de indignados se presentaban como
espontáneas y en ese contexto Pleyers arma que se forma
la identidad política; en Chile el movimiento estudiantil
tiene una estructura organizacional fuerte y su identidad
no es espontánea, está formada de manera o-line antes
de las manifestaciones en la calle y previo a cualquier
contienda electoral. Un análisis más robusto debe llevar a
una conclusión sobre en qué casos la identidad política se
forma antes de la acción en redes sociales, y en qué otro lo
hace durante la contienda digital.
Para ello Millaleo y Velasco han acuñado el término
de e-táctica para identicar esta innovación a pequeña
escala que, como dirían Mc Adam, Tarrow y Tilly, ofrece
recompensas antes no imaginadas de la movilización
social en la era digital. La e-táctica consiste en una serie
de tecnologías que “se integran con formas ya existentes
de acción, pero posibilitan su escalamiento a bajos costos
de organización y movilización, resignicando formas de
acción colectiva ya existentes” (Millaleo y Velasco, 2013,
p. 18).
Para Chadwick (2007), un repertorio digital surge cuando
provoca “el cambio organizacional”, en doble sentido;
primero en la alta adaptabilidad a nivel institucional que
tienen las tácticas digitales; y segundo, porque su nivel de
operatividad ha alcanzado un nivel transnacional y eso
solo se logró por el nivel de conectividad que posibilita