FACULTAD DE
CIENCIAS POLÍTICAS Y
ADMINISTRATIVAS
KAIRÓS, REVISTA DE
CIENCIAS ECONÓMICAS, JURÍDICAS Y ADMINISTRATIVAS
71
Introducción
En el marco de una progresiva degradación ambiental, como consecuencia de la contaminación del aire, las fuentes
de agua y el suelo, abordar temas relacionados a los móviles de dicha contaminación resulta apremiante. Uno de estos
móviles sin lugar a duda ha sido la creciente generación y la inadecuada gestión de desechos sólidos a nivel mundial. Es
por este motivo, que tanto Wang, Lin y Lin (2008), como Ahmed et al. (2019), coinciden en que el manejo de los residuos
sólidos constituye un desafío para todas las naciones, no sólo a nivel ambiental y social, sino también político.
Cada año, se producen en todo el planeta más de 2100 millones de toneladas de residuos, de los cuales tan sólo el
16% son reciclados (British Broadcasting Corporation [BBC], 2019). Por otra parte, según cifras del Banco Mundial
(2018), en su informe titulado “What a Waste 2.0: A Global Snapshot of Solid Waste Management to 2050”, se maniesta
que “si no se adoptan medidas urgentes, para 2050 los desechos a nivel mundial crecerán un 70% con respecto a los
niveles actuales”. Este informe además denuncia como impulsores de la generación de desechos, al incesante incremento
poblacional y al acelerado crecimiento urbano (Kaza, Yao, Bhada-Tata y Van Woerden, 2018). Esta última, es claramente
una problemática con estrecha relación a una serie de factores socioeconómicos, como el cambio en los patrones de
consumo tanto en zonas urbanas como rurales, así como al creciente desarrollo del sector industrial, comercial y
empresarial (Sáez y Urdaneta, 2014, p.122). Por esta razón, la provisión de todo tipo de servicios públicos es una labor
clave para los gobiernos a nivel mundial (Jeréz, Borja y D´ Armas, 2018, p.13). La cual, como aluden Passarini et al.
(2011), no solo depende de las capacidades gubernamentales de gestión, sino también del contexto social, cultural y
económico del territorio en cuestión. No obstante, el papel que la ciudadanía ha jugado habitualmente, ha sido el de ser
únicamente un receptor pasivo de servicios estandarizados, sin que su proceder frente a estos pueda ser evaluado y sin
que puedan expresar su veredicto sobre la calidad que perciben en los mismos (Martinović, Pavlić y Tolić, 2017).
América Latina y el Caribe se caracterizan por ser la región más urbanizada a nivel mundial si se toma en cuenta los
países en vías de desarrollo, un 80% de su población vive en ciudades, las cuales han debido afrontar las consecuencias
del raudo incremento poblacional, agravado principalmente por la migración desde el sector rural (Rondón, Szantó,
Pacheco, Contreras y Gálvez, 2016). Además, se conoce que sólo el 19,8% de municipios de la región poseen planes de
Gestión Integral de Desechos Sólidos (GIDS), y que únicamente el 2,2% cuentan con programas formales de reciclaje,
otorgando los municipios esta responsabilidad al sector informal, como una alternativa de generación de ingresos,
aunque la mayoría de veces, en condiciones precarias e insalubres (CNC, 2019, p.12). Debe señalarse además que, como
reeren Poletto et al. (2016), la labor de los recolectores debe visibilizarse aún más en la elaboración de la política pública
relacionada con la gestión de los desechos sólidos en las ciudades, sobre todo en las naciones en desarrollo.
De esta manera, de acuerdo con el “Informe de la evaluación regional del manejo de residuos sólidos urbanos en América
Latina y el Caribe 2010”, la generación de desechos constituye un hito importante que permite dimensionar el nivel que
deben manejar los servicios de gestión de los mismos, con el n de anticipar las dicultades que pudiesen aparecer en
los procesos tanto de proyección y diseño de sistemas de recolección y disposición nal (Tello, Martínez, Daza, Soulier
y Terraza, 2010, p.103). Dentro de este orden de ideas, Seng y Seng (2018), anticipan que, en cuanto a la generación de
residuos sólidos y sus métodos de gestión, es fundamental también el análisis de las características físicas y químicas de
dichos residuos. No obstante, como lo maniesta Duque (2005), aparte de las consideraciones meramente técnicas, resulta
imprescindible el establecimiento y análisis de la mutua satisfacción de expectativas entre los usuarios y los organismos
proveedores de todo tipo de servicios públicos en la región, haciendo hincapié en que la recolección de residuos urbanos
y domiciliarios es un servicio “que puede ser coproducido mediante la participación mutua de ciudadanos, servidores
públicos y entidades públicas” (Ayala y Valencia, 2017). En esta perspectiva, Taiwo (2011), identica además al sector
privado como un considerable soporte para la gestión ecaz de los residuos sólidos en las ciudades.
Para el caso de Ecuador se estima que la población urbana alcanza el 63%, mientras que el 37% restante corresponde al
sector rural (Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda de Ecuador [MIDUVI], 2015, p.6). En relación a la provisión
de servicios básicos, se conoce que el 77% de los hogares eliminan sus desechos a través de carros recolectores y que
su disposición nal se realiza en un 65% en botaderos y en un 35% en rellenos sanitarios (Ministerio de Ambiente
de Ecuador [MAE], 2013). Adicionalmente, los datos arrojan que semanalmente en el país se producen alrededor de
58000 toneladas de residuos sólidos, de los cuales, tan sólo el 14% forma parte de procesos de reciclaje, sean formales o
informales (Solíz, 2015, p.4). Tal es así, que se prevé una tendencia creciente de generación de desechos en el país, por
lo que la gestión adecuada de los mismos es imprescindible (MAE, 2015, p.2). Como respuesta a lo anterior, en abril de
Kairós, Vol. (4) No. 6, pp. 70-81, Enero - Junio 2021, Universidad Nacional de Chimborazo, Riobamba-Ecuador - ISSN No. 2631-2743
http://kairos.unach.edu.ec